Una vez escribí que el miedo era un bastardo maldito y arrogante. Hoy lo compruebo.
Siempre está solapado detrás de las puertas que separan mi pasado de mi presente,
esperando el momento preciso para atacarme, para acercarse con sigilo y enterrar sus dedos fríos en mi cuello.
es arrogante porque siempre pretende ser mucho peor de lo que es la realidad,
y es maldito porque yo lo maldigo.
quiero que el miedo me deje en paz...
que deje de ser la sombra que se adhiere a mis zapatos y acompaña eternamente mi andar.
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