Me gusta observarte desde la ventana del departamento cada vez que te vas. Te ves tan pequeña, tu caminar es tan característico, con esa cadencia que te dan los tacones siempre desgastados. Te miro y mientras te alejas me quemo los dedos con la colilla del ultimo pito, ese que aprovecho de encender mientras tu enciendes tu último cigarrillo. Cuando desapareces por la esquina de la calle, vuelvo a mi croquera, líneas rectas cruzan el espacio plano, más bien lo rozan, mientras pienso en nuestros silencios, en tus ojos esquivando los míos, siempre mirando hacia el techo o a las murallas blancas. Decido que lo que mas me gusta de tus visitas es tu compañía leve, casi inmaterial, tus pupilas huidizas de gata semiocultas por el humo del incienso. No sé cuando volveremos a vernos. Solo sé que cuando te vayas, una vez más me sentaré a fumar yerba junto a la ventana, abriré la croquera y dibujaré las líneas quebradas de nuestro destino.
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