Frente a cualquier crítica que yo recibo, el monstruo reacciona con sus garras de inseguridad y minusvalía. Me zamarrea y me deja temblorosa y llorona. Me dice que todas las críticas son negativas, malintencionadas y que no confíe en nadie. Lo malo es que frente a esos ataques yo agacho la cabeza y me someto a que el monstruo tome el poder.
En esos momentos vuelvo a sentir odio hacia mi misma y me dan deseos de matarme. Mientras eso sucede, el monstruo se soba las manos, se ríe malicioso y cualquier posibilidad de confraternizar se vuelve nula.
En esos instantes no quiero mirar al monstruo, no quiero hablar con el ni menos aun ser su amiga; quisiera escapar de él y eso no es posible porque él está dentro de mí y hacia donde yo vaya, él tambien estará.
Monstruo aprovechador, su mayor oportunidad de ataque asesino se produce cada vez que me indispongo, como si el monstruo tuviera un pacto con mis hormonas para generar melancolía y fragilidad extrema.