Miro al frente y veo un cerro. Podría definirlo como hermoso, si no fuera porque es exactamente igual a todos los otros cerros que se repiten como un eterno Deja Vù a lo largo de este viaje. Qué encontraré al final de él. Me gustaría pensar que no se sabe. Fantaseo con la posibilidad de llegar a un lugar completamente desconocido e inesperado. Sin embargo sé que me espera la rutina, la invisibilidad, el silencio de siempre.
Nota mental: Necesito un mapa. Se supone que esa mancha gris amarillenta entre los cerros lejanos es el mar. ¿o será que tantas horas de viaje me están produciendo alucinaciones?
Ahora veo algunas casas, una capilla, unos enormes postes de tendido eléctrico. La tierra se torna rojiza, y los cactus me saludan, firmes, con sus múltiples brazos. Tal vez no fue buena idea cambiar mi asiento con esa chica que tiene síndrome de Down. Pero sus padres parecían tan agradecidos, tan aliviados cuando les ofrecí cambiar nuestros boletos. No lo hice por bondad, de ningún modo, más bien fue por puro egoísmo, por el capricho de ir en este asiento, el primero del segundo piso, adelante, viéndolo todo. Creí que mis ojos no se cansarían de ver cosas nuevas, pero la monotonía del paisaje me desalentó por un momento. Ahora creo que tal vez, no me equivoqué completamente, pues acaban de aparecer frente a mis ojos cinco molinos de viento. Ni siquiera sé si se llaman molinos, pues no tienen nada que ver con los del quijote. Finalmente no eran cinco, sino doce gigantescos bailarines moviendo sus aspas sincronizadamente al ritmo del viento y me he quedado observándolos consternada, sintiendo una especie de angustia. Más allá, una mancha gris cada vez mas anaranjada: el mar.
No he sido capaz de sacar la cámara fotográfica y tomar la foto. He sentido ganas de llorar sin tener claro el porqué; ahora pienso que posiblemente fue una imagen demasiado hermosa y demasiado absurda para observarla sin poder comentarla con nadie. Seguramente, sin saberlo, éste es el momento en el que extraño frenéticamente a esa persona cualquiera que me espera, sin saberlo, en una ciudad cualquiera.