Nuevamente bajo el tubo fluorescente.
Gotitas de sangre caen del rasguño de mi mano hasta el cuaderno. Rasguño provocado por la gata juguetona, que no tuvo mala intención.
(ya no estoy temblando, ya no hay moscas).
Pienso en lo extraña que es la vida, en lo apacible que se torna por momentos.
Se escuchan campanadas a lo lejos.
Ayer tarde lo más importante era hacer burbujas. No había nada más en la vida. Todos nos volvimos niños y nos dedicamos a hacer burbujas y no fue necesario nada más. En ese momento, términos como trabajar o follar resultaban surrealistas para cualquiera de nosotros.
Y en ese momento, el miedo se disipó, las preocupaciones se borraron, la angustia ya no estuvo más.
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