4.11.07

Quién lo iba a decir

Mientras la mujer gato llorando le clava las pupilas desde el afiche de la pared, ella aferra un mechón de cabello y lo enrolla una y otra y otra vez alrededor del dedo índice. A su lado, la pequeña gata gris se sobresalta al oir un ruido imaginario. Sobre la destartalada cama unos calcetines de lana, un cuaderno viejo, una cámara fotográfica, un teléfono celular de modelo arcaico, son como las ofrendas que los pueblos primitivos ponían en las tumbas de sus muertos. Solo que ella no está muerta, simplemente está sola, en su pequeñísimo departamento. Suspira. No estoy sola, se dice a si misma y acaricia a su gata. Su gatita gris que, primero se sobresalta y luego bosteza. El mechón de pelo negro se desliza una y otra vez entre sus dedos índice y medio, mientras la ropa sucia es el Kilimanjaro detrás de la puerta de su clóset. Afuera no sucede nada, el tiempo está detenido, no quedan seres humanos, todos extinguidos, y quién iba a pensarlo, el sol, el dólar, el regreso de los dinosaurios, quién lo iba a decir.

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