9.9.07

Dieciocho de Septiembre de 2003

Noche tibia, mi sombra sobre el suelo de baldosas, flanqueada por un vaso de jote que tiene mucha bebida y poco vino, más el humo de un cigarro que cosquillea mi ojo derecho. Me arrodillo, frente al gato (negro) tiñoso que baja desde el tejado vecino a hacerme compañía. Lanzo humo hacia el cielo , y mi mirada se encuentra con nubes rosáceas, que destacan sobre el cielo renegrido. Debo estar algo mareada. Me pongo de pie y espío por una rendija del portón de madera, hacia la calle. Y veo voces ebrias, y una calle vacía. De pronto, frente a mi pupila, un niño de unos cuarenta años, que juega con un triciclo hechizo, (hijo bastardo de una silla de ruedas y una bicicleta oxidada).
Me vuelvo hacia el gato que heróicamente lame lo poco y nada que le queda de pelo. Somos iguales - le digo sin hablar - Brindemos por esta noche llena de recuerdos de lo que pudo haber sido y no fué, de todo lo que podría suceder de aquí en adelante. El gato, con la lengua medio afuera, me cierra un ojo lacrimoso, mientras termino de fumarme la colilla, la lanzo al suelo, la pisoteo y delicadamente la vuelvo a levantar para ver como una pequeña chispa se niega a extinguirse.
Miro el vaso en mi mano, y en mi soledad me justifico diciéndome que la moderación, que los excesos son los dañinos, que es dieciocho de septiembre y qué más dá un poco de alcohol en el cuerpo. Tirito, por el frío y por una culpabilidad mal disimulada. Es hora de entrar a casa, de sentarme frente a la tevé y poner una vez más el video de "el señor de los anillos". Y es hora de reconciliarse con el lápiz y el papel. No más plazos, no más escapatorias. Un perfecto alivio.
A la luz de la tevé, vuelvo a tomar el vaso y trago el poco de jote que queda, como si se tratase de un reloj de arena que discurre sus últimos granos, antes de que el tiempo vuelva a correr.
23:35 hrs.

7.9.07

ascensor

No te amo. Solo eres una diversión pasajera, un matar el ocio, un incierto recrear la vista. No te quiero. Solo aprecio tu cuerpo, tu espalda grandota para clavar mis garritas de gata caprichosa, palabrita que me gusta tanto porque así me etiquetó mi ex. Me das lo mismo, puedes estar o no estar y la vida es igual. Entonces, hay algo que no entiendo, y es porqué esta tarde cuando te vi pasar acompañado de esa chica tan atractiva, los dos tan sonrientes, sentí que en mi garganta había un ascensor tiritón que bajaba hasta mi estomago y luego hasta mis pies.