28.9.09

el encierro

Al Cristian le temblaba una mano y se le caía la saliva. Cuando no estaba peleando con las voces, me decía "mi amor, convidame un cigarrito?". Yo siempre le daba. La Paty no le daba, ella los vendía. Todos le pedían fiado y despues ella lloraba porque no le pagaban. Lloraba tambien porque la comida era muy mala y quedaba con hambre. Los auxiliares le decían que estaba muy gorda. La Pamela tenía una fijación sexual con todo el mundo. Esa mina me agarró una teta, me decía. Ese mino me atrae. Una vez me acosté con un viejo por diez lucas. Las voces le decían que hiciera cosas para que nadie le creyera. La señora Cristina se movía como robot. Siempre bien tiesa detras de algun libro, se negaba a hacerle masajes a Jaime, que arrastraba los pies y caminaba con la boca abierta. Joven, me decía. Le pago doscientos pesos si me hace un masaje. Le hice dos veces, a la tercera me aburrí y le dije que estaba ocupada. Me puse a conversar con la Marcela, decía que tenía lepra, se negaba a comer y a ir al baño. Andaba fétida porque se pasaba una toalla higiénica usada por todo el cuerpo. Un día la amarraron a la camilla. Yo lo único que quería era salir pronto de allí.

1 comentario:

Beatriz dijo...

Estremecedor,repleto de vidas con adjetivos,vidas que en sí misma encierran poesía. La belleza de la locura y a veces hasta de la verdad
Un cariñoso abrazo.